La palabra Crinolina (en francés Crinoline) proviene del latín crinis, que significa pelo de caballo. En el siglo XVI ya se hacían crinolinas mezclando el pelo de la crin con algodón o lino.
Esta práctica se recuperó de nuevo en la década de 1840 de mano de una firma de moda femenina de París, y pronto surgieron muchos otros fabricantes de este nuevo accesorio de ropa. El uso del pelo de caballo acabo a finales de 1850.
La Crinolina era un armazón metálico o de hueso de ballena que proporcionaba un gran revuelo al vestido y que, junto con el uso del corsé, estilizaba al máximo el talle femenino dando énfasis en el escote y la cadera. Tales beneficios significaban un gran sacrificio para la portadora, que además de aguantar el peso del traje, sufría frecuentes desmayos por lo apretado del corsé.
La primera crinolina metálica la registró W. S. Thompson en Estados Unidos en 1856. La invención de la máquina de coser hizo que varias fábricas se especializaran en crinolina y las vendieran a destajo. En España, era más conocida como miriñaque y vino a sustituir al tontillo, una pieza tan fea como su nombre, y tan anhelada que también se popularizó en Francia.
Las mujeres del siglo XIX dejaron de usar enaguas almidonadas para encerrar su cuerpo en jaulas. En gran parte porque las faldas se fueron ensanchando a lo largo del siglo, la crinolina, miriñaque o armador fue más que una moda: servía a las mujeres sureñas para esconder armas y mercancía de contrabando durante la Guerra de Secesión, burlando la prohibición de Lincoln de llevar bienes a los estados confederados.
Ponerse este accesorio no era nada sencillo. Cuando era muy aparatoso, según el estatus social de la propietaria, necesitaba ayuda de varias doncellas. Apareció en 1830 pero se hizo popular veinte años después, cuando comenzó a usarlo la emperariz Eugenia de Montijo. Su primera aparición fue en Inglaterra, en una visita oficial acompañada de su marido Napoleón III en el año 1855. También se sabe que la misma utilizó la crinolina para disimular su embarazo, pero algunos expertos señalan que la verdadera razón fue la de impulsar la exportación de textiles franceses con los que rellenar estas estructuras que necesitaban metros y metros de tejidos para su confección.
La emperatriz, no inventó la Crinolina, pero ayudo a su difusión por toda Europa, convirtiéndose en lo que hoy conocemos como (influencer) de marca o embajadora.
Pronto la curiosa prenda fue objeto de la sátira de la prensa de la época. Alcanzaron tal tamaño, que se decía que la damas escondían bajo sus faldas a sus amantes. Era tan sumamente aparatoso transitar con ella, que hasta la ciudad de Londres llegó a prohibir viajar en el transporte público llevando esta prenda.
Pero además, fue responsable de la muerte de muchas mujeres. Se estima que entre 1850 y 1860 murieron quemadas en Inglaterra más de 3000 mujeres, al arder sus vestidos por culpa del miriñaque, cuando pasaban cerca de chimeneas o braseros.
Oscar Wilde por ejemplo, perdió dos hermanas (Emily y Mary) abrasadas a causa de sus enormes faldas. Otras nueve bailarinas murieron entre las llamas de sus faldas en el Teatro Continental de Philadelphia, y así un sin fin de damas que perecieron por ir a la última.
¿Por qué triunfó tanto? Más allá de la estética, hubo más razones: por fin una moda era accesible por igual y a la vez a todas las clases sociales. Desde la aldea más recóndita de Estados Unidos o Inglaterra, la campesina más pobre podía conseguir la suya y lucir tan elegante como cualquier mujer de la nobleza. Que no tuviese la misma calidad era lo de menos.
Para desencantar a las mujeres, a finales de 1860 se extendió la creencia de que usar Crinolina era renegar del Cristianismo y fue así como las que la usaban dejaron de hacerlo o fueron socialmente rechazadas. La doble enagua volvió a ponerse de moda y la importancia del volumen, con los años, fue bajando de la cadera a los pies, hasta 1868 que desaparecieron definitivamente.
Como sabéis, en LuxStyle Consulting somos expertos en el sector de la moda. A lo largo de la historia muchos movimientos políticos y socioculturales vinieron acompañados de un cambio en los estándares a la hora de vestir. Estaremos siguiendo las últimas tendencias, para compartiros cómo evoluciona este año el sector en todos los aspectos.
María Cano