La historia del vencedor suele estar contada de tal modo que la virtud de su contenido se vende en pro de intereses mundanos, lo que dibujó para la historia a Cleopatra como a una reina con rasgos de criatura voraz.
En el personaje de Cleopatra VII se encarnan misticismos y leyendas demasiado editadas por el tiempo como para poder llegar a comprender una aproximación real de su persona. Una sola línea, tratando sobre la reina, encontrada en las obras de aquel que no practicase la adulación a Roma se reconoce como un verdadero hallazgo a nivel mundial. Aun así detractores y simpatizantes coincidían al describirla como una reina ambiciosa que había adoptado plena y activamente el rol de faraón, inteligente, amante de la belleza y extremadamente culta.
Lejos de convertir este artículo en una exposición de supuestos, pocos son conocedores de que esta mujer en sí misma es una de las mejores campañas de marketing para extender el uso de esmeraldas en joyería a escala “global” de la época, lo que hoy comprendemos como mediterráneo y alrededores.
Cleopatra heredó el trono de un país muy rico en mineral precioso, Egipto. Este país exportaba e importaba toda clase de metales y piedras preciosas desde su aperturismo comercial con la llegada de la dinastía griega ptolemaica. Las fuentes de sus recursos no se limitaban a su territorio sino también en tierras súbditas, lo que resultaba muy beneficioso para Egipto ya que recibían ingentes cantidades de materiales en calidad de tributo. En aquel tiempo el uso de minerales y plantas eran la base de la antigua industria farmacológica y se atribuían a las gemas toda clase de cualidades mágicas y curativas por lo que habitualmente se transformaban en polvo para ingerir. Pocas eran usadas para joyería por tener menos rentabilidad y solo las más bellas o de moda se incluían en un objeto de vanidad.
La primera mina de esmeralda del mundo antiguo mediterráneo se descubre precisamente en Egipto, en Wadi Sikait en el siglo II ac., razón por la cual esta gema no aparece en los ajuares funerarios de la época faraónica.
El precioso material verde que extraían tenía una propiedad muy singular… Estaba indicado para el malestar general provocado por la ingesta accidental de veneno… algo muy habitual en la época. Afortunadamente algunos intelectuales como el naturalista Plinio supieron admirar esta gema solo por su belleza y no por sus aplicaciones, lo que seguramente ocurrió con Cleopatra, aquello que la llevó a ser el único miembro de su dinastía en aprender el idioma de su reino también la debió llevar a saber admirar la belleza sin igual de la esmeralda, rodeándose extravagantemente de los más bellos ejemplares.
Cleopatra tenía la costumbre de entregar a los embajadores esmeraldas con su efigie grabada como presente para los reyes que representaban, era un claro mensaje de poder, riqueza y seducción. El escriba Estrabón describió las puertas de acceso al edificio principal del palacio de Alejandría como dos grandes bloques de alabastro con enormes gemas verdes a modo de tirador… Excentricidades que sin duda fueron la semilla que dio lugar a las fábulas sobre la relación que Cleopatra mantenía con la joyería y todo aquello que resplandecía: Capas con gemas cosidas, tejidos de hilos de oro y plata, salas del palacio decoradas con revestimientos de esmeraldas en las paredes, un gran barco chapado en oro e incluso una apuesta con su amante Marco Antonio de que podía beber de un trago gran parte de las riquezas de Egipto, disolviendo una valiosísima perla en vinagre, ingiriendo después la maltrecha gema marina.
Roma venció a Cleopatra y sus esmeraldas se disiparon por todo el imperio. En cada casa patricia, en cada oiko o palacio se murmuraban leyendas de una reina exótica, de sus amores, de sus intrigas y de su poder. Un personaje que resultaba inconscientemente atractivo y que otorgó fama a todo lo que la envolvía incluidas sus joyas de esmeraldas, algo en lo que las mujeres ricas de la época vieron la fórmula de tener algo en común con la que seguramente fue de las primeras influencer de la historia, la reina del Nilo.
Alejandro Helios,
Diseñador de joyería.