Pocos elementos químicos imponen tanto respeto como el arsénico. Lo usaban los Borgia para hacer desaparecer a sus enemigos políticos y más de un noble para acceder a su herencia antes de tiempo. También le sirvió para enviudar pronto a alguna joven dama o para dar de baja a todo tipo de personajes de novela negra. Pero si miramos más allá de su toxicidad, veremos que el arsénico es un elemento que ofrece un arcoíris de colores en forma de pigmentos.
En la época victoriana, cada temporada traía el resurgir de un nueva tendencia, volumen o color, como el tono de moda para los vestidos más admirados de las reuniones sociales. Cuando le tocó el turno al verde, diferentes tonos de este color se dejaban ver en las fiestas y bailes.
Primero fue el verde Scheele (arsenito cúprico), sintetizado por el químico sueco Karl W. Scheele en 1775, que llegó a conocerse como Schloss Green (verde del palacio), y después, en 1814, el verde Scheweinfurt (acetoarsenito de cobre), también conocido como verde París, verde Veronese, verde Viena y, sobre todo, como verde esmeralda. Su fabricación, sencilla y barata, lo hizo asequible a todos los bolsillos y su uso trascendió al mundo del arte. Pasó así de los paisajes de Joseph Turner y la obra de Edouard Manet a la manufactura de papeles pintados, envoltorios, tapicerías, juguetes e incluso a los alimentos. Todo se vistió de verde esmeralda, un verde que en su fórmula llevaba más de un 40% de arsénico.
El arsénico estaba en todas partes en la Gran Bretaña victoriana. Aunque se sabía que se utilizaba como arma homicida, era un elemento que podia encontrase en velas, cortinas ya que teñía las telas de un color verde brillante, y tambien terminó en vestidos, guantes, zapatos y en las flores ornamentales que las mujeres usaban para decorar el cabello o la ropa.
Esto si que es llevar el “Fashion victims” a otro nivel…
El Dr. Letheby, realizó una autopsia que arrojaba los resultados más inesperados: la culpa de las muertes era el del arsénico que estaba en las pinturas del papel tapiz de las casas; más específicamente, en el tono verde scheele. Pero hurgando más a profundidad, halló arsénico en la ropa y tras consultar algunas boutiques y fabricantes, descubrió que, en efecto, el verde de moda era tan bello gracias a dicho veneno.
De hecho, el comportamiento de la sociedad ante la situación resultó algo extraño; parecía que a nadie le importaba morir en nombre de la moda. Fue hasta 1895 que el color verde fue prohibido y regulado, aunque aquello significara tener un tono menos brillante y atractivo.
En el documental de 2005 Signé Chanel, una de las mujeres más poderosas de la casa de alta costura Chanel nos dice que “a las costureras no les gusta el verde”. Esta postura anti-verde se ha convertido en una superstición mítica y vaga, ligada al miedo a la “mala suerte”. Su sucesor Karl Lagerfeld, él mismo vestido de blanco y negro, los rechaza de manera similar. Los miedos o supersticiones que rodean al color verde en la alta costura se derivan de la lógica médica concreta del siglo XIX.
Y es que este siglo fue una verdadera amenaza para la salud, crinolinas, (https://www.luxstyleconsulting.com/crinolina-el-peligro-de-las-modas-del-siglo-xix/ )sombreros de copa con mercurio, polvos de maquillaje con plomo, hasta que el fin del arsénico se aceleró con la invención de los tejidos sintéticos.
En LuxStyle Consulting, somos unos apasionados de la moda y su historia, ya que todos los movimientos políticos y socioculturales vienen acompañados de un cambio en los estándares en la indumentaria. Con todo lo que estamos viviendo en los últimos años estaremos muy atentos a las tendencias de este cambio de era.
Maria Cano.